Publicado en:
Revista EXCLAMA
http://www.revistaexclama.com/blog/?p=46 Todo comenzó hace un tiempo, cuando cansada de mi ropa y sin plata para irme a comprar, terminé buscando alguna prenda extraviada en un lugar donde podría estar: el closet de mi mamá.
Al llegar a éste, empecé a descubrir un mágico mundo retro, dónde los 80’s hacían un boom de explosión con diversos motivos, texturas y colores. Hombreras, estampados de flores y bolsos pequeños, daban un grito para ser rescatados de aquel lugar de donde alguna vez habían salido, sin suerte alguna de volverlo a hacer, ya que habían sido remplazados con prendas más actuales.
Con una talla L y botones de perlas, empecé a vestir mi cuerpo de aquella mujer que me dio a luz. Aquella mujer, a la cuál reprochaba por no entender mis gustos y que por tanto tiempo renegué acerca de sus consejos del “cómo vestir”. Cada prenda encajaba en su lugar, haciendo de mí una persona con estilo. Pero no era mi estilo, era el estilo que en algún momento tuvo mi mamá.
Pero, ¿Cómo hacer para pedirle prestado estas maravillosas prendas? ¿Cómo no sentir vergüenza en decirle que toda mi ropa, por la cual había molestado tanto pidiendo cada centavo para su compra, no me interesaba más que la de ella? Pensamientos pasan por mi cabeza y el orgullo se apodera de mí. Cada prenda me da un llamado de auxilio para sacarlos de ese closet del cual no han vuelto a salir.
Los botones no desabotonan, las hombreras se pegan a mi cuerpo y la pañoleta me empieza a asfixiar para nunca irse de mi cuello. Se han revelado y piden a gritos volver a revivir su magia conmigo. Es un llamado al que pienso responder para darles gusto y darme gusto. De esta forma descubro, que sinceramente, no me da ni cinco de miedo de vestirme como mi mamá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias!