- ¡que no soy
feminista! – dijo ella.
- ¡que sí lo
eres! – respondí.
A muchos no les gusta
tener una etiqueta. Claro, por culpa de algunas de ellas la humanidad se ha
llenado de intolerancia. Pero creo que esta es una etiqueta que todos
necesitamos cosernos en nuestro ser. Una etiqueta que no es lo que muchos
piensan. No se trata de mujeres arriba de otros, ni de machismo versión feminismo.
Es una etiqueta de IGUALDAD, y no solo para las mujeres, es igualdad para
todos. Igualdad para que un sueldo o una oportunidad no dependa de genitales, color,
nacionalidad, gustos ni nada. Simplemente dependa de uno, de lo que uno es y de
lo que puede lograr.
¿Pero por qué atribuirles
a las mujeres esta lucha con la palabra “feminismo” si es una lucha que nos
concierne a todos? Yo también pensaba lo mismo, hasta hace un segundo. Sí, es
una palabra que confunde a cualquiera y que muchos no quieren ser parte de ella
por falta de información. Pero ahora creo que a la mujer se le debe atribuir
sin duda este gran cambio que está dando la sociedad. Fueron ellas las que con
su lucha han hecho un cambio para todos. A nosotras, nuestros derechos (que
lamentablemente no aplica en todo el mundo). A los hombres, su derecho a
explorar su ser natural que por mucho tiempo fue tildado de “marica”. A los afrodescendientes
y a la comunidad LGBTI, la inclusión. Nosotras también somos minoría, por eso
debemos unirnos a la lucha de todas las demás.
Pero para estar
todos en la misma sintonía necesitamos activismo. Decirle a tu sobrina que
puede ser lo que ella quiera ahora y cuando sea grande es activismo. Ser
trabajadora, ganar tu propio sueldo y no depender de nadie también lo es. Respetar
a la mujer directa e indirectamente aún más (por dios hombres, ¡la era del cromañón
ya pasó!). Son pequeñas cosas las que cuentan y hacen el cambio.
Luchamos contra
un mundo viejo de costumbres viejas. Lo importante es subirse a este “tren” que
va a mil, para enseñarle a las nuevas generaciones el poder de la igualdad.