Vivimos en un mundo en el cual el diseño está presente constantemente. Los arquitectos diseñan estructuras que se adaptan a cualquier tipo de terreno y embellecen el paisaje; algunos pintores crean obras a partir de la naturaleza que ven; los soñadores imaginan alucinantes casas en las playas; y nosotros, los fumadores, diseñamos un mágico mundo de humo en el aire.
Sabemos y estamos consientes que este arte no lo comparten todos. Queremos expresar obras, pero la sociedad no nos lo permite. Vivimos en un mundo de pensamiento, palabra, obra y omisión pero no es nuestra culpa. El mundo nos presentó un estilo de vida y ahora él mismo quiere arrebatárnoslo.
El amor no es hacia la nicotina, pues disfrutamos cada vez que aquel humo sale de nuestra boca, recreando el aire que respiramos, y volviéndolo un lienzo que pintan los labios con un empujón de nuestro propio suspiro. Suspiro que dicen que se va de nuestra vida, pero suspiro que utilizamos para disfrutar de ella.
Nuestros diseños se basan en curvas, rectas y hasta hacemos aros; exhalando y extrayendo el arte de un cigarrillo en un solo bocado. Nuestras palabras simplemente son una cortina de humo de verdaderos pensamientos. Es por eso que creo que algunas veces nos piden que no fumemos. Pero tenemos secretos que no queremos pero que guardamos. No creas que lo hacemos porque el Mar haya traído al Boro, porque Estados Unidos haya dado el primero Golpe de Suerte o porque alguien nos haya dicho qué era estar Cool. No lo creas.
En nuestro interior siempre guardamos la verdad: queremos dejar constancia en tus pulmones que alguna vez en la vida aspiraste el diseño de nuestro propio arte.
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